domingo, 14 de marzo de 2010










2. Dos pueblos

Pero el juego político en el que estamos inmersos y que alimentamos ha hecho un movimiento bastante interesante: ha puesto al zoé en el lugar privilegiado de administración. Su interés está centrado en la utilidad de la vida y no en las formas del vivir. Se trata menos de la relación entre las personas y más de la contabilidad de los cuerpos. Y no es, por supuesto, una contabilidad desinteresada, se trata de reducir una vida a su sola fuerza de trabajo, como reza el irónico letrero de “bienvenida” al campo de Aushwitz: “Arbeit Macht Frei” (“El trabajo os hará libres”):

La ascensión de la vida biológica como bien supremo traduce la victoria del animal laborans. La dilución moderna de la frontera entre naturaleza y mundo parece devolver al hombre a su animalidad y al rígido círculo que la envuelve. Entre tanto, se trata de una animalidad transfigurada, capaz de ampliar el campo de las necesidades más allá del ámbito de la mera necesidad de sobrevivir, en dirección a la identificación de la felicidad con la saciedad alcanzada mediante el consumo. (Anna Harendt)

Ahora bien, reducir el vivir a pura vida desnuda, no implica una magia por la cual el ser humano “descendería” a la bestialidad; al reducir las posiblilidades de generar una multiplicidad de modos de vida, la biopolítica superpone un modo de vida en especial, junto con la ilusión de que, como dijera Margaret Tatcher, “no hay alternativa” a dicho vivir:

La victoria del animal laborans se traduce en la victoria de la mentalidad y del “modo de vida” del consumidor, cuya vida biológica excede, por decirlo de alguna manera, los círculos inflexibles de la condición de viviente, en dirección a los ciclos inflexibles del consumo. (Adriano Correia)

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