viernes, 19 de marzo de 2010

5. La vida pasada en limpio














Una vía de movilización, entonces, puede ser el lenguaje que, es obvio, tampoco ha podido escapar de la mecánica disciplinar. Basta poner atención a los programas de televisón para tener un ejemplo de la baja imagen que se tiene de la relación entre vida y lenguaje: la vida vuelta talk o reality show, donde la vida y el lenguaje son constreñidos a funciones normalizadoras y de baja potencia. Donde las pasiones tristes, el odio, la envidia y el resentimiento tienen su correlato en un uso terriblemente triste del lenguaje. A un uso utilitario de los modos de vida (en los términos en que el capitalismo decide qué conexiones debe hacer la vida y cuáles no), le sigue un uso utilitario de las palabras (en la medida en la que nuestra sociedad nos dice qué entra en lo decible y qué no, en función del incremento de capital). Apenas decir, decir a penas; siempre la imposición de la sintaxis y la gramática más bajas: las mismas palabras en el mismo orden para la obtención de los mismos resultados.

Por eso, tal vez, la poesía. La multiplicación de los modos de lenguaje. “Imaginar un lenguaje es imaginar una forma de vida” dijo Wittgenstien. Así, redirigir las palabras hacia lo singular, hacia el espacio en el que una palabra no puede ser intercambiada por otra; en donde las conexiones entre frases no deciden una realidad, sino que la multiplican. Allí donde las palabras quisieran conducirnos a la ganancia monetaria, encaminarlas mejor hacia el gasto inútil, el derroche o la seducción.

Pero ninguna poesía nos llevará a ningún lugar si aún cargamos con nuestro lastre de tristezas, si continuamos esperando el día del juicio final, si no nos fijamos en que muchas veces las bajezas del mundo son nuestras bajezas, que la estupidez comienza allí donde lo sabemos todo, que las enfermedades son las que desatienden al “cuídate a ti mismo” del oráculo, pues cuando no lo hacemos nos estamos tragando el cuento de que nuestra esencia es pura alma sin cuerpo y de que al mundo hay que odiarlo por lo que no tiene en lugar de amarlo por lo que puede. Y nada se puede sin ascesis, sin amar el propio destino, sin jugar al juego de las conexiones múltiples, sin mirar a mi cuerpo como una comunidad de fuerzas, sin pasar la vida en limpio... muchas veces.

Y lo mismo, entonces, con las relaciones: abrirlas a la mayor cantidad de posibilidades. Dar atención a los rasgos que nos hacen únicos; ayudar a brotar las potencias de cada quien, en vistas a la generación de relaciones inesperadas pero fecundas. Menos hacer sociedad que hacer comunidad, pues

Entrar en comunidad con algo o con alguien, con otro o con otros, es una composición intrínseca con ellos que afecta de manera decisiva a las singularidades que se implican de este modo entre sí. Las potencias que definen a los seres se complicarán así en totalidades dinámicas, parciales, abiertas, inclusivas, en la medida en que no obstruyan mutuamente su expansión y su capacidad de afectar y de actuar, sino que, al contrario, la favorezcan. (Diego Tatián)


méxico d.f., febrero de 2010


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